religión y ayuda para el desarrollo
Por Eman Ahmed, WHRnet
En diciembre de 2002, George Bush creó mediante un decreto del poder ejecutivo - tras haber fracasado en el intento de hacerlo por la vía legislativa- la Oficina de la Casa Blanca para iniciativas religiosas y comunitarias en la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés)1. Esta iniciativa le permite al gobierno de EEUU financiar con más facilidad el trabajo de las organizaciones religiosas en los países en vías de desarrollo, incluyendo tareas humanitarias y de auxilio en catástrofes. En la actualidad, el 25% de las contrapartes de USAID son organizaciones religiosas, y del presupuesto de los EEUU para el 2005 se han apartado 385 millones de dólares para iniciativas religiosas y comunitarias2. El informe del Comité Nacional por una Filantropía Sensible (NCRP según sus siglas en inglés) titulado "Financiamiento de las guerras culturales: filantropía, iglesia y estado" reveló que casi todas las organizaciones financiadas según lo dispuesto en la iniciativa para organizaciones religiosas tenían como parte de sus misión los siguientes tres elementos: "salvación personal, infalibilidad bíblica y un compromiso con el proselitismo religioso".3
La iniciativa para organizaciones religiosas lanzada por el presidente de EEUU despierta preocupación acerca de la alianza de ese gobierno con los valores y misioneros/as cristianas, y el auspicio que les brinda. También confiere credibilidad a las voces críticas que avalan la idea de que la guerra contra el terrorismo es en verdad una cruzada religiosa. Además, también plantea una pregunta que es decisiva para los actores de la sociedad civil, los estados y el público en general: ¿se debe permitir que las organizaciones religiosas hagan proselitismo cuando están brindando ayuda para el desarrollo y humanitaria?
Después de la guerra en Irak y tras el desastre causado por el tsunami, las organizaciones cristianas de ayuda estuvieron entre las primeras en montar operaciones de auxilio en los países devastados. Muchos describieron la concentración de organizaciones religiosas en la frontera entre Irak y Jordania como un segundo ejército, preparado para disputar una "batalla por las almas"4 del pueblo iraquí. Aunque los medios pueden haber aportado lo suyo al estereotipo de los misioneros y las misioneras golpeando sus Biblias,5 el modus operandi de algunos trabajadores y algunas trabajadoras de socorro cristianas ha llevado a que grupos tanto cristianos como no cristianos condenen a la línea dura del evangelismo. El proselitismo agresivo por parte de misioneros y misioneras cristianas en Sri Lanka, Irak e Indonesia le ha proporcionado a las fuerzas fundamentalistas de esos países una "justificación" para su contraofensiva, y en algunos casos ha alimentado la violencia contra las poblaciones cristianas nativas.
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