Reseña de 'Autoficción' por Maia Morosano

Muchas gracias Maia! :)



Autoficción: una fábrica de palabras, una fábrica de recuerdos.

publicado por Maia Morosano un 14 diciembre 2009

¿Qué es la memoria? ¿Qué es la experiencia? ¿Qué son las palabras sino una red de fotografías capturadas por el recuerdo? Son esas fotografías y no otras las que elegimos para crear el mundo, porque el mundo no está creado, lo creamos nosotros, con la palabra, mejor dicho, con el peso de la palabra que surge de adentro, porque las palabras pesan y caen como gotas cargadas en la tierra. La tierra de Irene a veces está seca, a veces está húmeda esperando ser gozada. Siempre la tierra que nos nace, siempre la tierra que nos pare. La palabra cae en la tierra y rueda, se esconde en una hendidura y crece, se hace viento y grita por el hambre, por la ausencia, por el cuerpo.
Autoficción está lleno de palabras y de fotografías que esperan ser poseídas, que esperan ser tocadas, acariciadas, palabras vivas, palabras que esperan a un lector abierto que las abrace como la tierra y que las chupe y que las trague, y bien adentro las sienta, las haga suyas, las transforme.
El ritmo de los versos nos envuelve, somos tierra porque nos escuchamos en la tierra, somos agua porque nos escuchamos en el agua. Poco a poco nos hacemos palabra, poesía, verso, ¿y dónde están nuestras manos que tomaban el agua de la fuente? Están en el suelo cantando a la tierra y al río: “Señor/ Gran Paraná,/ devuélveme mis sueños./ Te pagaría/ con mi salario de lágrimas,/ con agua salada/ te pagaría,/ si lo pudieses aceptar…”.
Autoficción es un canto también al nacimiento y a la madre que escucha y no importa si un sistema perverso nos niega el pan de cada día, porque ella nos abraza y nos da de su vientre, que es más que comida: es amor.

Los pies de mi madre
fueron alguna vez
mi punto de apoyo
mi espejo.

Viajar
a las lejanas
tierras
del deber
sobre ellos
no pudo ser mi lema.

Pero amé sus pies.

Marcados por el recorrido
de pasillos de hospital.
Huesudos y venosos.
Pedestales esculpidos
por la que los lleva puestos.

Mirar sus pies
y experimentar la piedad
eran una sola cosa.

Comimos
gracias a ellos
nos vestimos
gracias a ellos
y sufrimos
con ellos.

Yo conocí el cielo
cuando conocí los pies de mi madre.
Y sentí el dolor que ellos sentían.
Y lo único que deseaba
era tomarlos
entre mis manos
para darles alivio.

La tapa del libro es una mujer hecha de retazos, de recortes diferentes, coloridos, amalgamados por la figura, por el cuerpo, quizá por el recuerdo y la experiencia que conforman ese cuerpo.
Las poesías de Irene Ocampo nos ofrecen una mirada fuerte, penetrante, una mirada que nos atraviesa y nos desnuda, una mirada que remonta voces, historia, vida. ¿Qué somos sino la tierra que chupa de la memoria? ¿Qué son las palabras sino una fábrica de recuerdos? ¿Cómo vamos a vivir si no creamos nuestra autoficción, nuestra historia, nuestra forma de ver y tocar el mundo?

Autoficción
Irene Ocampo
Hipólita Ediciones
Año de edición: 2008

Navidad en el taller. Contratapa en Rosario 12

Jueves, 17 de diciembre de 2009
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Navidad en el taller

Por Irene Ocampo
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Un taller es un taller. Pero este no es un taller común.

Hace dos años que con la Negra salimos a bailar todos los 24 de diciembre, después del brindis. No importa con quién andemos, y si estamos solas más todavía.

A veces nos encontramos una hora antes de que abra el boliche. Es uno que pasa cumbia y ahora, después de que le insistimos un montón, también rock nacional.

El lugar es bastante horrible, como todos los boliches que conocemos. El dueño es un delincuente peor que Chabán.

Yo tenía ganas de bailar acumuladas desde la semana anterior que no había podido salir. Esta vez, se nos unió la Colorada, que andaba suelta y con ganas de divertirse. Por suerte yo también. Nos llevamos muy bien, somos del mismo signo, yo le llevo dos años. Cuando ella está deprimida, yo también, y cuando yo me enojo, a ella también le agarra la loca, y nos peleamos juntas. La Negra, que ya nos conoce, nos deja tranquilas.

La Colo trabaja en el taller de electricidad del automotor del padre. Le va bien, cuando se murió el viejo, ella ya tenía un montón de experiencia, y pudo mantener la clientela del padre y llevarse algunos clientes del taller donde laburó antes. Desde que murió el viejo, festeja Nochebuena en el taller con sus compañeros y familiares y vecinos.

Me gusta la Colorada, desde hace mucho. Y ella me quiere por temporadas. Ya éramos amigas, cuando conocimos a la Negra. A ella le costó entender cómo podíamos ser amigas, y a veces amantes, pero se acostumbró... Bah, más o menos.

Bailamos separadas hasta eso de las tres y media, y cuando fuimos al baño juntas ella me preguntó: "¿Qué te parecen unos lentos?" Yo le dije: "¡Dale!". Y salimos de la mano.

Esperamos hasta el tercer tema, justo con ese de Patricia Sosa que dice: "Esta noche no me pidas nada/ Solo endúlzame los oídos".

La Colo estaba tan linda, de pantalón, como siempre, y una camisa azul Francia de seda que le quedaba un poco ajustada. No hicieron falta muchos más temas, al tercero nos miramos y ya estábamos saliendo para el llerta.

Y aunque un taller es un taller, éste no es un taller común. En la oficina hay un sofá cama que la Colorada usa a veces cuando se tiene que quedar alguna noche ahí.

Ella se me acercó y sentí un latido frenético adentro mío.

Un saxo entibiaba las paredes con fotos de esas que hay en los talleres de autos...

Su boca en mi boca se convirtió en vino del mejor.

Los pies desnudos tocando la otra piel. Roces. Unidos rodeaban la espalda de la otra.

Ella quería ser llevada a la cúspide del placer. Y yo no quise resistir su pedido: "Te espero, y llegamos juntas", me dijo.

Sacudidas, tirones, mordiscos. A la tierna vehemencia de encontrarse en el movimiento, en el músculo tenso que aprieta y las manos que acarician. Así ella devoraba mi deseo. Con boca y dientes, con ojos en los míos, habitándome otra.

No era la novedad del lugar lo que hacía de este momento, uno distinto. Había algo que no se podía tocar que me subía desde el pecho hasta la garganta, como una energía, como una emoción.

No creo que fuese la sidra que había tomado en el brindis. Ni tampoco los petardos que cada tanto se escuchaban que tiraban los vecinos. De una eran los besos de la Colo que me producían un efecto embriagador. Y era su piel sobre mi piel, expandiendo mi cuerpo más allá de mí. Y era el calor veraniego de las fiestas de fin de año aumentado por el calor de la pasión.

Y era todo eso, y también algo más.

"Feliz Navidad, amor", me dijo en el momento en que volví en mí.

Se descorrió un velo. Descubrí a la otra Colorada.



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Presentación “No es amor” de Patricia Kolesnicov en Rosario



Presentación “No es amor” de Patricia Kolesnicov

10 diciembre 2009, Centro Cultural Bernardino Rivadavia, Rosario.

Por Irene Ocampo

Siempre es una alegría la presentación de un libro. En este caso la novela que se presenta hoy es de una amiga, lo que agrega otra alegría más al acontecimiento. Que sea además en esta ciudad y compartido con tanta gente querida, hace de esta presentación una celebración.
Además de la cercanía que la aparición de la novela de Patricia me provoca, quiero compartir con ustedes algunos aportes que “No es amor” viene a brindar a la literatura argentina, a la narrativa que tiene como eje a la relación amorosa y apasionada, más precisamente en este caso, entre dos mujeres.

En nuestro país, desde la aparición de “Monte de Venus” de Reina Roffé en 1976, y su censura, las novelas de temas lésbicos, han tenido que sortear un arduo camino. El común denominador es que no se visibiliza, ni se tiene en cuenta la sucesión de títulos que han nutrido a la narrativa local con la temática. Sylvia Molloy, María Moreno, Emma Barrandeguy, Alicia Plante, María Felicitas Jaime, Lucía Puenzo, Liliana García Carril, entre las mujeres, y César Aira, y Guillermo Saccomano, por nombrar sólo un par de autores varones, han aportado una no muy larga lista de novelas, que en definitiva forman este corpus.
“No es amor” de Kolesnicov comparte algunos rasgos comunes a las otras novelas que hablan del amor entre mujeres en nuestro país, y también aporta singularidades que enriquecen este conjunto. La pasión que aparece en un comienzo está atravesada y atraviesa a la política. La lectura en clave de la perspectiva de las mujeres le da a este tema común en la narrativa local, un nuevo aporte. Florencia Kraft, una de las protagonistas de “No es amor” es un animal político, una mujer pública.
El amor y la política son los elementos que se mezclan con uno de los sentimientos más poéticos de la humanidad. La razón abandona la escena. Pierde por knockout. La pasión arrasa. Y lo que parece apenas un pensamiento, una posibilidad, la extraña aparición en el silencio de un laboratorio, y que pasa a ser una semilla plantada en tierra fértil. La semilla sin embargo fue modificada genéticamente. El paradigma cambió.
María y Florencia se conocen a fines de 1986, tres años después de la vuelta a la democracia en Argentina, en Buenos Aires más precisamente. La primavera democrática está en su apogeo, y Florencia es parte de ese movimiento enfervorizado. Cuando ese período y todo lo que implica decaiga, ella buscará nuevos horizontes que la llevarán lejos del país. El regreso, a Buenos Aires, también es un regreso a María.
La militante que se fue, vuelve hecha una mujer que cruzó el charco, vio y vivió Europa y regresó. En ese momento, entre lo descolocada que está, buscando cómo y desde dónde rearmar su vida acá, la posibilidad de una relación con María sucede. Un principio cauteloso, pero muy atractivo, se convierte en un apasionado torbellino. Afuera el mundo está cambiando, y parece que cambiara al ritmo espasmódico de los encuentros de María y Florencia.
Novela en primera y segunda persona del singular, el ritmo es sostenido por el incesante juego del cambio de voces y perspectivas. En esta página habla, piensa, sufre, desea, María. En la siguiente, Florencia putea, piensa, se acuerda de María, vuelve a putear, se duerme luego de esperar larguísimas horas un llamado que nunca sucede.
Y cuando los momentos de María con Florencia acontecen, son contados por una de las dos. Así conocemos cómo se ven mutuamente. Cómo se desean, se tocan, se besan. Aunque para eso tuvimos que entrar en la mente de cada una, o sea, llegar hasta casi la primera mitad de la novela.
Si bien, “No es amor” comparte el momento histórico que “El cielo dividido” de Reina Roffé exploró con su coro de personajes femeninos, Kolesnicov aporta otra mirada, y sobre todo se concentra en el sentimiento amoroso apasionado que viven María y Florencia.
“La pasión está en algún lugar entre el miedo y el sexo” escribió Jeannette Winterson a través de Vilanelle, la protagonista de su famosa novela “La pasión”. Y también arriesgó “La pasión no es tanto una emoción como un destino”.
Florencia podría refrendar las palabras de Vilanelle, la tierna hija del gondolero. Las dos comparten la singularidad de un cuerpo extraño, y, cada una a su modo, se entrega a la búsqueda que le permita recuperar el corazón que ha perdido. “Haber constatado que, después de María, el ratón Pérez se había llevado mi corazoncito de leche. Tener nostalgia de él, no de ella”. Piensa Florencia, mientras se pasea por la inauguración de una muestra, diez años después de su partida, entrada ya en el nuevo siglo.

Video 1

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Presentación No es amor de Patricia Kolesnicov en Rosario


La periodista y escritora presentará su primera novela "No es amor"
(Suma de Letras, 2009) el Jueves 10 de diciembre de 2009 a las 20
horas en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia, San Martín 1080,
Plaza Montenegro de la ciudad de Rosario, invitada por Germinal
Libros, Biblioteca Lésbica y RIMA (Red Informativa de Mujeres de
Argentina).

Gabriela De Cicco junto a Irene Ocampo serán las presentadoras. La
autora y Olga Viglieca leerán fragmentos de la novela que habla de la
pasión entre María y Florencia en la Argentina de los años '80.
Patricia compartirá con el público este momento tan auspicioso, ya que
recientemente presentó su libro en México, en la Feria del Libro de
Guadalajara, en la que tuvo una presentadora de lujo: nada menos que
Laura Restrepo.
La autora escribe habitualmente en la Revista Ñ, y en el blog:
http://weblogs.clarin.com/revistaenie-unmillondeamigos/

La actividad es libre y gratuita.

Elogio de la desnudez. Contratapa en Rosario 12

Martes, 1 de diciembre de 2009
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Elogio de la desnudez

Por Irene Ocampo
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Me gustó desde que la vi la primera vez en el locutorio. Su cabello renegrido, apenas ondulado cayéndole por la espalda, los hombros. Los gestos de la cara tan atentos a la pantalla de la compu. Nos encontramos varias veces más en el cyber. Solía pasar un rato después de su entrenamiento de hockey, así que dejaba el bolso y el palo atrás del mostrador para que se los cuidaran porque decía que había perdido varios en los cyber por donde solía andar. Así era, si se concentraba en la compu se olvidaba de todo...

Yo sentí algo una vez que le pedí ayuda para poder editar unas imágenes. Se me acercó y sentí la vibración de su cuerpo de deportista, ¿o fue el calor de sus manos cuando rozó la mía mientras usaba el ratón? Yo pensaba muy rápido, debía asimilar sus indicaciones y a la vez pensar en una estrategia para invitarla a tomar algo, o acompañarla hasta la parada del bondi, o qué se yo, y en esa ebullición pestañeé, y ella giró su cabeza para mirarme, y me sonrió como si entendiera el alboroto de mi mente. Entonces me dijo: "Qué lindos ojos tenés".

La luz tenue y mortecina del salón lleno de computadoras. La temperatura como de invernadero, propia de ese sitio con todos esos aparatos encendidos. Además, el calor de los cuerpos de los cybernautas sudando mientras se jugaban la vida en las calles llenas de delincuentes pixelados, o en las canchas de fútbol en pantalla gigante. en medio de todo eso, también aumentaba mi temperatura corporal, ¿o era apenas calentura?

Varias veces le pedí que me ayudara con alguna de las compus de mi laburo. Son muy viejas, pero para internet y escribir alguna que otra carta sirven. No tenemos jueguitos ahí. El sábado la pasé a buscar yo por el cyber en el que se quedó jugando mientras hacía tiempo esperándome. Me invitó a jugar con ella. ¡Ni loca!, le dije. Yo del Pacman no pasé, y me muero si tengo que matar un bicho que me está persiguiendo. A ella le encantan esas cosas...

Caminamos un poco, aprovechamos que ella andaba sin bolsos que cargar. A esa hora ya se comenzaba a sentir el movimiento tan distinto de la tarde del sábado que preanuncia la noche de joda, de baile, de cenas con amigos. Charlábamos de cómo nos había ido en el día, el laburo, las cosas con su familia. También mirábamos chicas. Hacíamos chistes sobre quién podría salir con otra chica, quién parecía torta de acá a la China, o quién nada que ver, pero que valía la pena intentar decirle algo. Esa noche, nosotras no saldríamos, así que imaginábamos situaciones que sólo serían eso, palabras, escenas inventadas. Nos reíamos mucho.

La invité a mi casa a tomar unos mates, yo, ella sólo tomaba agua. Y tuvimos al fin nuestro encuentro. Parece que la hora jugando la inspiró porque empezó a desvestirme y a decirme cosas relacionadas con la computadora.

"La piel es como lo que ves cuando navegás por internet. Si tocás acá, me dijo rozando sus dedos sobre mi pecho izquierdo, parece que se abre otra ventana, ¿no?". Y yo le decía que sí, porque parecía que me sumergía en otro mundo. Mientras íbamos perdiendo ropas y ganábamos desnudez.

"Cuando te doy un beso, es como que abro un programa nuevo, ¿no te parece?". Y otra vez yo le decía que sí.

"Debajo de la piel hay un sistema nervioso y venas y arterias que nos transmiten sensaciones, con las páginas de internet pasa lo mismo..." Yo me la quedaba mirando cómo me lo demostraba, haciendo click sobre los puntos más sobresalientes de mi cuerpo desnudo. Besándome como si estuviese descubriendo un nuevo programa. Rozando con sus dedos rincones a la búsqueda de tesoros escondidos.

Adrenalina que subía de nivel, mientras me perdía en la piel de mi jugadora de hockey transformada en una tan peculiar profesora de computación. Mi Luciana Aymar propia había cambiado el palo por un ratón de piel, saliva, músculos en tensión. Y yo aprendía el nuevo lenguaje mientras navegaba por su piel. Pasábamos de nivel en el juego erótico. Sumábamos puntos de energía sexual mezclada con caricias, besos, gritos y gemidos.

"¡Sí, sí!" Monosilábicas nos volvimos. "Clickeame, clickeame, por favor". Nunca pensé que podría desear tanto tocar la piel de otra con mi piel. Límite corporal impreciso que abre mundos, sensaciones. Salimos de una aplicación antes de que el ritmo significara más que el frenesí. Y así, pasando por distintas versiones, llegamos a abrirnos una a la otra.

ire.ocampo@gmail.com

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