Noche 5: ciudad de Salta




El camino de Cafayate a Salta capital por la Quebrada de las Conchas es un espectáculo en sí mismo.
Luego de dejar el valle entramos en la Quebrada siguiendo a la par del río, uno de los pocos que fluye de sur a norte en esta parte del paneta.
Las paredes de color rojizo, y las piedras erosionadas con formas extrañas enmarcan el río y la ruta.
La lluvia, el viento y el sol moldearon figuras. Allí se pueden apreciar el Anfiteatro, la Garganta del Diablo, le Obelisco, entre toras.
Una parada del colectivo nos permitió conocer el poblada de Talapampa. En los campos se podían distinguir viñedos.
Antes ya habían aparecido los primeros tabacales que distinguí en Salta.

Llegamos pasado el mediodía, y me alojé en el hostal La Salamanca, por Avenida San Martín frente al parque del mismo nombre, en una habitación para 6. Una vez dejé mi mochila, volví a la terminal a comprar mi pasaje para Jujuy. Cuando volví al hostal conversé un poco con una compañera de cuarto que estaba viajando por el Noroeste argentino también. Le comenté mi recorrido y me sugirió hacer noche en Humahuaca si quería llegar hasta Iruya.
Luego de la charla, y descansar un poco salí a conocer la ciudad.
A pocas cuadras está la oficina de info turística. Allí conseguí un mapa y algunos datos para poder visitar en el centro histórico.
Fui hasta la plaza central, saqué algunas fotos a los edificios que más me impactaron y comí unas empanadas en un local de una de las esquinas.
Luego retomé la caminata por la calle Caseros, que divide la ciudad en sur y norte. Llegué hasta la iglesia de San Francisco, que me impresionó mucho. Una arquitectura un poco más barroca, y una pintura muy llamativa en su fachada. Tomé fotos y completé la memoria de la cámara digital. Por suerte en un local de Fotografía conseguí otra Memory Stick, y retomé mi actividad de fotógrafa.
Seguí caminando en la siesta salteña y llegué hasta el viejo convento de San Bernardo. Otro antiguo edificio, y además muy ligado a la vida social de Salta. Las monjas que vivieron allí fueron las primeras en brindar atención en el Hospital San Bernardo que queda a unas pocas cuadras de allí, al pie del cerro del mismo nombre.

Antes, enfrente de la Iglesia S Francisco había conseguido un chaleco con aplique tejido de muchos colores, algo que estaba buscando desde hacía mucho tiempo y no podía conseguir.
Miré mi mapa y me di cuenta de que estaba muy cerca del Teleférico, que justamente lleva hasta el cerro S Bernardo.
En la cima del cerro hay una cascada artificial, una hermosa vista de la ciudad y le valle de Lerma y algunos puestos artesanales. A pesar del calor que hacía ese día, muchas personas subían la cerro a pie o en bicicleta. Se notaba muy claro porque llegaban en un sólo charco de transpiración.
Al bajar me volví a descansar y ducharme en el hostal que queda muy cerca de allí, por suerte.

Ya de nuevo en la calle, un poco más repuesta, salí a buscar un ciber. Al pararme en una vidriera dos mujeres, que seguramente eran de los Testigos de Jehová me quisieron dar unos folletos. Les explico yo estaba parada en un local que vendía lencería erótica, más bien de esas que venden cotillón para pasar un rato divertido. Al lado había una vidirera de merchandising para rockeros y hiphoperos. Antes de iniciar la conversación una de las mujeres me preguntó si yo hablaba castellano. Le respondí que sí casi sin pensarlo. Luego me di cuenta de que no me trataron como turista sino que ya lo deben tener incorporado por si se encuentran con alguien que habla quechua o aimará. Fue una de las primeras cosas que me hizo sentir que estaba lejos de mi lugar de origen.

Cené muy cerca de allí en el local La Nona. La comida fue común pero el postre fue típico del norte: quesillo (de cabra) con cuaresmillo, miel de caña y nueces (ver foto). El quesillo es un queso de cabra que se vende en fetas gruesas, muy suave y el cuaresmillo y es un durazno que de se cosecha en la época de cuaresma, un durazno que no se desarrolla en todo su tamaño y se consume en conserva. Es muy rico.
Al terminar la cena recorrí la ciudad de noche. Se los recomiendo. Las calles están muy bien iluminadas, al menos en el centro, con faroles en los frentes de las casas. Los edificios históricos están muy bien iluminados también.
Realmente, como me dijo Adriana, Salta es una hermosa ciudad.

Noche 4: Cafayate, Salta



No conseguí reservar alojamiento económico desde Tafí, donde me habían sugerido un par de hostales. Así que ni bien bajé del bus me metí en el hotel al lado de la Terminal de la empresa Aconquija. El confort Hotel tenía una habitación doble disponible que me salió bien cara pero que pude pagar con tarjeta de crédito.
Tenía tal alegría de poder estar por fin en Cafayate que no me importó pagar esa suma. Y ya nada pudo empañar esa alegría ni ese precio, ni el calor de la siesta, nada.
Comí en un restoraunt semi vacío de la calle Güemes, la misma calle del hotel, luego de sacar el pasaje para Salta para el día siguiente, por otra empresa, El Indio.
Mientras comía veí el noticiero de Cadena 5, y un pequeño amigo me cantó unos dulces gorgeos mientras esperaba mi comida (es el pajarito amarillo de la foto).
Luego de una larga siesta, en la oficina de información turística me sugierieron visitar a esa hora el negocio de un artista platero, y en la misma cuadra el Museo Arquelógico de Rodolfo I. Bravo. Las bodegas tienen amplios horarios de visita, pero a la tarde cierran temprano, y no eran mi prioridad ya que conocí muchas bodegas cuando estuve en Mendoza. Recorrí ambos lugares y disfruté de los dos.
Realmente recomiendo el museo arqueológico. Es una colección privada que mantiene la viuda del arqueólogo Helga Mazzoni. La colección de piezas de la cultura Sanmariana originaria de los valles es impresionante. Cientos de vasijas, urnas funerarias, piedras para la molienda manual del maiz (pecanas, tacanas, y cananas). todo este material fue recogido, estudiado y clasificado por Bravo y su mujer durante años.
Luego de mi chat con Gabby de ese día, fui a cenar a un comedor adonde van pobladores de Cafayate y mochileros. Se llama Nueva Nápoles y queda frente al mercado de frutas, frente a un pasaje a la vuelta de la plaza principal.
Lloviznaba y comí en la vereda, como muchos más, mientras veí el incesante trajinar en el supermercado abierto hasta altas horas de la noche.
Antes de que cerrar sus puertas pude visitar un negocio de artesanpias en al esquina de la plaza, donde compré cosas para mí y recuerdos para regalar. Allí conseguí dos diseños que espero me ayuden para poder hacerme un tatuaje a la vuelta de este viaje.

Como seguro se lo deben estar preguntando, no tomé vino. Acompañé la cena con jugo de pomelo fresco. Pero sí probé el helado de vino, en la heladería Miranda, exquisito.

Al regreso al hotel tocaban jazz bebop los Jazz Calchaquí en el local Macacha.

Noche 3: Tafí del Valle


A la mañana fuimos hasta Amaicha del Valle en excursión. el chofer y guía, martín, nos explicó muchas cosas: el significado de unas ruinas circulares de piedra que veríamos en el camino, por ejemplo. Habló bastante antes de salir, como el coche estaba lleno de jóvenes mochileros, se escucharon varias risas al principio.
Pasamos por el Infiernillo, un punto de divisoria de aguas de cuencas del pacífico y el Río de la Plata a 3400 metros sobre el nivel de mar.

Luego de un viaje con un paisaje espectacular por los cerros llegamos a Amaicha del Valle, luego me enteré de que es una de las pocas comunidades que tienen oficialmente los habitantes originarios del valle. Ellos, los herederos de los pueblos originarios son los que mantienen una disputa con una cafayateño que tiene un museo en Amaicha, el de la Pachamama de Cruz. Esa disputa es la que no permite visitar las ruinas de los quilmes, a la salida del pueblo en la ruta hacia Cafayate.

Todas estas localidades están en los Valles Calchaquíes. Luego de comer unas ricas empanadas, volvimos a Tafí. la vuelta aunque fue por la misma ruta, tuvo otro paisaje, con los cerros entre nubes.

Apenas bajé del colectivo, emprendí la caminata hacia el otro lado del pueblo que no había visitado aún. El punto era visitar la capilla de los jesuitas, que hoy es un museo.
En parte restaurada, tiene algunas pertenencias y atuendos utilizados por los monjes, como muebles y otros objetos de la familia que adquirió el inmueble luego de que los monjes dejaran sus posesiones en las colonias de América. Los Silva Frías, parientes del que fue presidente de la Nación Nicolás Avellaneda, y también de gobernadores de Tucumán en distintas generaciones. La capilla es la construcción original de los jesuitas, del siglo XVIII, 1718 para más exactitud, con anchas paredes de adobe, puertas y ventanas originales también. Los tirantes de los techos fueron hechos con maderas traídas de otros lugares, ya que no hay quebracho en la zona, por ejemplo. El cañizo fue lo único renovado.
Para destacar, debajo del altar, que en esa época daba la espalda a los fieles, había un túnel, que permitía a los indios escaparse hacia los cerros cuando los buscaban los del ejército español.

A la salida y buscando un mirador del valle, sí otro más, decidí llegar hasta una cruz que se encuentra en una de las cumbres del cerro el Pelado, que está en el valle. No llegué a la crucecita por muy poquito, pero estuvo buena la subida hasta allí.
Ya había sacado el pasaje para Cafayate, la mañana siguiente sería otro día y otra provincia.

Noche 2: Tafí del Valle

El viaje a Tafí es un paseo en sí. Por eso Silvia me pidió un asiento sobre la ventanilla, para que lo aproveche. Y vaya si lo aproveché.
A poco de salir de la ciudad hacia el sur, para rodear los cerros, comienza a subir la ruta y pronto entramos en las yungas, la selva tropical de altura del norte de Argentina, que se exetiende por varias provincias norteñas.
No pude dejar de acordarme del paisaje muy similar que vi en Costa Rica cuando fuimos hasta el volcán Poás.
Mi compañero de asiento, un jovencito que iba a jugar al fútbol todos los fines de semana a Tafí y a ver su novia, me confesó que luego de un año de hacer ese recorrido todavía no se acostumbraba a la altura, el camino de cornisa, etc.. Por eso siempre viajaba del lado del pasillo, y trataba de dormir y no ver. Lo único que le maravillaba eran las piedras, que decía no había visto en ninguna parte como las que veía en Tucumán.

Llegué a Tafí pasado el medio día y la prioridad era conseguir alojamiento. Encontré muy rápido algo no tan barato, pero no me quedaban muchas alternativas. Todos los datos que me había dado Silvia estaban completos, por ejemplo.
Almorcé a pocas cuadras de ahí en lo de los Santiagueños. No pude resistirme a comer un trozo de cabrito asado mirando los cerros que rodean el valle. tomé una foto desde mi mesa para que vean lo que tenía enfrente mientras comía, escuchaba los distintos acentos de los turistas y viajeros de las otras mesas, y al cantante del restoran entonar baladas, y canciones folclóricas.
Por la tarde caminé por la ruta a Amaicha del Valle hasta el Cristo que hay saliendo del pueblo, unos 3 kilómetros más o menos en camino ascendente.

A la vuelta hice dedo y me dieron el aventón unos turistas italianos que iban en un auto alquilado de vuelta a San Miguel, venían de Cachi y Cafayate en Salta. Se quejaron del costo del alquiler del auto con la frase: "cuesta un ojo de la cara" pronunciada con acento por el muchacho, y arrastrando mucho la jota, sonó gracioso.
Cené en un comedor de los mismos dueños del hostal. Acompañé mi omelette con queso de cabra del valle con una cerveza artesanal muy rica tipo belga (Stella Artois, la frutada).

Noche 1: San Miguel de Tucumán

Llegué a la mañana temprano, luego de un viaje con lluvia en algunos lugares. La capital tucumana se veía con signos de haber recibido bastante agua.
Me instalé en mi hospedaje. Un lujo que me consiguió Flavia: en el colegio Catlainas a unas pocas cuadras del centro.
Caminé hacia allí por una avenida mientras observaba el movimiento matutino de San Miguel.
Si la mañana estuvo fresca, al mediodía no me quedó otra que hacer la siesta, el calor se empezó a sentir, y cómo!
Después de recorrer parte del centro histórico (Casa de la Independencia, Casa de gobierno provincial, etc.) me encontré con Silvia, amiga de Flavia.
Caminamos, me acompañò y me sugirió muchos datos y cosas para hacer en Tafí del Valle.
Tomamos helados, conocía los sabores más regionales en la heladería Blue Bell. Cenamos y charlamos hasta tarde.

tucumán, salta y jujuy


En unas pocas horas me tomo el micro para la capital de la provincia de Tucumán. Mañana viernes 4 por la mañana llegaré a San Miguel por primera vez en mi vida.
Estoy muy emocionada, si bien decidí hacer este viaje sola hace un mes, lo tengo pendiente desde hace mucho pero mucho tiempo.
Luego de recorrer la capital provincial, me encaminaré haci los valles, más precisamente hacia Tafí.
Luego visitaré Cafayate en Salta, y ahí decidiré por qué ruta subir hacia Jujuy, y por cuál bajar desde lo más al norte que pueda llegar, Humahuaca, la Quiaca, o no sé.
A la vuelta haré escala en Córdoba. Allí visitaré a mis amigas y trataré de pasear un poco más.

antes de salir tengo que agradecer todo los consejos, y apoyos recibidos durante este mes de planificación del viaje. Desde las recomendaciones de Adriana, Marina, y el Negro Zapata, hasta la gran ayuda de Flavia, mis patrones Mauricio y Lorena, y mi compañera del alma Gabby DC. Saqué un montón de datos actualizados con buenos comentarios y recomendaciones del blog de Jorge Gobbi, se los recomiendo: Blog de viajes

Voy con los ojos, y el corazón abiertos. Como decía Jack Kerouac en uno de sus poemas de Mexico City Blues "No tengo planes/ Ni citas/ ni entrevistas con nadie// Así que exploro ociosamente"
Ese es el espíritu de este viaje.
Les contaré a la vuelta, o si puedo, escribiré algo aquí mientras vaya paseando por la Puna ;)