Dudá

cuando me dijeron que era especial. dudé.
cuando me dijeron que no valía lo que había creado. dudé.
cuando me pidieron que creyera en mí. dudé.
cuando me dijeron que no era linda. dudé.
cuando me dijeron que tenía lindas piernas. dudé.
cuando me dijeron que mi amor no servía. dudé.
cuando me dijeron que me amaban. dudé.

nunca creí por creer, salvo en los axiomas matemáticos. en el No matarás. y en alguna otra cosa más, que ahora no recuerdo.
así estaba yo, en mi mundo sostenido por leyes lógicas hasta que leí que un tipo, mientras iba traquetéandose en su carruaje, se quedó dormido, soñó con una serpiente que se comía la cola, y cuando despertó usó su sueño para elaborar un modelo químico.
En ese momento sentí que me gustaba más la quimica que la física. Y que tal vez podría escribir mejor las historias y dejar la ciencia para otros.
Todo un mundo cayó, se desvaneció y empecé a tantear en la semioscuridad, a deambular por un mundo ancho y ajeno. Ese que yo quería conocer desde otro punto de vista, más humano, más incoherente, más crudo, también.
En la medida en que me fue posible, puse todo en duda. De a poco intenté ser la principiante, y también la que desde su pequeño lugar en el mundo desafía reglas, normas, tradiciones, mitos, leyendas, poderes y compartimientos estancos. 
Nada de todo esto es gratuito. Casi nadie acepta ser cuestionado/a. Y en mi caso además, por una mujer.